Comunicación y Poder
Manuel Castells
REPROGRAMANDO LAS REDES DE COMUNICACIÓN:
MOVIMIENTOS SOCIALES, POLÍTICA INSURGENTE Y EL NUEVO ESPACIO PÚBLICO
CAPÍTULO 5

El cambio, ya sea evolutivo o revolucionario, es la esencia de la vida. Por ello, para un ser humano el estado estacionario equivale a la muerte. Lo mismo ocurre en la sociedad. El cambio social es multidimensional pero. en última instancia, es contingente al cambio de mentalidad, tanto en los individuos como en los colectivos. La forma en que pensamos y sentimos determina la forma en que actuamos. Y los cambios en la conducta individual y la acción colectiva sin duda influyen y modifican de forma gradual las normas e instituciones que estructuran las prácticas sociales. Sin embargo, las instituciones son cristalizaciones de las prácticas sociales de momentos anteriores de la historia y, estas prácticas sociales están enraizadas en las relaciones de poder.
Las relaciones de poder están incorporadas en instituciones de todo tipo. Estas instituciones son el resultado de conflictos y acuerdos entre los actores sociales que representan la constitución de la sociedad según sus valores e intereses. Por tanto, la interacción entre el cambio cultural y el cambio político produce el cambio social. El cambio cultural es un cambio de valores y de creencias procesado en la mente humana a una escala lo suficientemente grande como para afectar a la sociedad en su conjunto.
El cambio político es una adopción institucional de los nuevos valores que se difunden por la cultura de la sociedad. Naturalmente, ningún proceso de cambio social es general e instantáneo. Muchos cambios ocurren a ritmos diferentes en distintos grupos, territorios y ámbitos sociales.
El conjunto de estos cambios, con sus contradicciones, convergencias y divergencias, constituye el tejido de la transformación social. Los cambios no son automáticos. Son el resultado de la voluntad de los actores sociales, guiados por sus capacidades cognitivas y emocionales en sus interacciones recíprocas y con el entorno. No todos los individuos se implican en el proceso de cambio social, pero a lo largo de la historia siempre hay individuos que lo hacen, y que se convierten de este modo en actores sociales. Los otros son «gorrones». como diría la teoría. O, en mi propia terminología, parásitos egoístas del curso de la historia.
Además, los movimientos sociales y las políticas insurgentes pueden originarse tanto en la reafirmación de un proyecto cultural o político como en un acto de resistencia contra las instituciones políticas, cuando las acciones de estas instituciones se consideran injustas, inmorales o, en última instancia, ilegítimas. La resistencia puede o no dar lugar a los proyectos que son adoptados por los movimientos sociales o las políticas insurgentes. Pero sólo cuando surgen tales proyectos puede darse una transformación estructural. Es decir, nadie puede predecir el resultado de los movimientos sociales o de las políticas insurgentes. Por lo tanto, hasta cierto punto, sólo sabemos si las acciones colectivas fueron realmente sujetos del cambio social por sus repercusiones. Se plantea pues la cuestión del calendario para determinar cuándo se dan tales repercusiones.
Cualquier cambio estructural en los valores institucionalizados en una determinada sociedad es el resultado de movimientos sociales, con independencia de cuáles sean los valores propuestos por cada movimiento. De manera que el impulso colectivo para establecer una teocracia es tan movimiento social como puede serlo la lucha por la emancipación de la mujer. Independientemente de las preferencias personales, e! cambio social es e! cambio que la gente espera alcanzar al movilizarse. Cuando tienen éxito, se convierten en los nuevos salvadores. Cuando fracasan, se convierten en locos o en terroristas. Y cuando fracasan, pero sus valores triunfan finalmente en un futuro renacimiento institucional, son consagrados como padres fundadores de un nuevo mundo o, dependiendo de su destino, como los protomártires de un nuevo Evangelio.
Los movimientos sociales se forman comunicando mensajes de rabia y esperanza. La estructura concreta de la comunicación de una sociedad conforma en gran medida los movimientos sociales. En otras palabras, los movimientos sociales y políticos, insurgentes o no, florecen y viven en el espacio público. El espacio público es el espacio de la interacción socialy significativa donde las ideas y los valores se forman, se transmiten, se respaldan y combaten; espacio que en última instancia se convierte en el campo de entrenamiento para laacción y la reacción. Por eso, a lo largo de la historia, el control de la comunicación socializada por parte de las autororidades ideológicas y políticas y de los ricos era fuente determinante del poder social.
En resumen: en la sociedad red la batalla de las imágenes y los marcos mentales, origen de la lucha por las mentes y las almas, se dirime en las redes de comunicación multimedia. Estas redes están programadas por las relaciones de poder incorporadas en ellas. Es decir, el proceso de cambio social precisa de la reprogramación de las redes de comunicación en cuanto a sus códigos culturales y los valores e intereses sociales y políticos implícitos que transmiten.
No es una tarea sencilla. Precisamente porque son rnulrimodales, diversificadas y omnipresentes, las redes de comunicación pueden incluir y abarcar la diversidad cultural y la multiplicidad de mensajes en mayor medida que ningún otro espacio público en la historia. De tal forma que las redes de comunicación programadas captan la mente pública, limitando el impacto de las expresiones independientes ajenas a dichas redes. Pero en un mundo marcado por el crecimiento de la autocomunicación de masas, hay muchas oportunidades para que los movimientos sociales y las políticas insurgentes entren en el espacio público. Utilizando tanto las redes de comunicación horizontales como los medios mayoritarios para difundir mensajes e imagenes, aumentan sus posibilidades de promover el cambio político y cultural aunque empiecen en una posición subordinada dentro del poder institucional, los recursos financieros o la legitimidad simbólica.
Sin embargo, este poder acumulado como mensajeros alternativos conlleva una servidumbre:
deben adaptarse al lenguaje de los medios y a los formatos de interacción de las redes de comunicación.
En conjunto, el auge de las redes de autocomunicación de masas brinda mayores oportunidades de autonomía. Sin embargo, para que se produzca esta autonomía, los actores sociales deben reafirmar el derecho a la autocomunicación de masas preservando la libertad y la justicia en el despliegue y la gestión de las infraestructuras de comunicación en red y en el funcionamiento del sector multimedia. La libertad y, en última instancia, el cambio social se entrelazan con el funcionamientos institucional y organizativo de las redes de comunicación.
La política de comunicación se vuelve dependiente de la política de la comunicación.
El proceso de cambio social en el nuevo espacio público constituido por las redes de comunicación centrándome en dos tipos diferentes de movimientos sociales y dos casos significativos de política insurgente.
En primer lugar, la construcción de una nueva conciencia ecologista que lleva a un conocimiento universal de las realidades, causas e implicaciones del cambio climático por parte de un movimiento social con base científica que actúa en y a través de los medios de comunicación y de Internet.
En segundo lugar, el desafío a la globalización de las grandes empresas que representan los movimientos sociales en red en todo el mundo que utilizan Interner como medio organizativo y de deliberación para animar a los ciudadanos a presionar a los gobiernos y a las emptesas en su búsqueda de una globalización justa.
En tercer lugar, los nuevos movimientos instantáneos de resistencia a las acciones políticas ilegítimas que a menudo pueden transformar la indignación en política insurgente aprovechando la versatilidad y capacidad de conexión de los teléfonos móviles.

La red es el mensaje: los movimientos globales contra la globalización capitalista
Estamos construyendo un contrapoder autónomo interconectando los movimientosy creando nuestras propias alternativas sin esperar al gobierno y ayudando a que otros las alcancen también.
Pau, activista de Infoespai. Barcelona, citado por juris ".
Desde finales de los años noventa, un movimiento polifacético conectado globalmente ha desafiado la inevitabilidad y la orientación de la globalización de las grandes empresas, entendida como la prioridad dada a los mercados sobre las sociedades en el proceso de liberalización asimétrica de los mercados mundiales bajo la dirección del llamado «consenso de Washington, representado por el G-S, la Organización Mundial de Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otras instituciones internacionales. Empezando por las manifestaciones contra la reunión de la OMC en Searrle en diciembre de 1999, las protestas se fueron extendiendo a lo largo de una geografía global simbólica que reflejaba el tiempo y el espacio de las reuniones de los poderes globales con la presencia de miles de manifestantes que rechazaban los valores e intereses representados en el nuevo orden global. Estos manifestantes no eran antiglobalización, como rápidamente fueron etiquetados por los medios. Estaban en contra de las políticas a favor de una globalización económica unilateral sin control social ni político, y además contra el discurso que presentaba esta forma concreta de globalización como una tendencia histórica irresistible.
Resistiéndose a los llamamientos para adaptarse al único mundo posible, afirmaron, en diferentes ideologías y organizaciones, que otro mundo era posible.
Pero estos acontecimientos globales eran tan sólo la punta del iceberg del descontento social y la crítica cultural acerca de las direcciones tomadas por el mundo global emergente. Miles de luchas locales por diferentes temas se conectaron mediante Internet y se difundieron a través de los medios de comunicación, tanto en los medios mayoritarios como en las redes alternativas que surgieron por todo el planeta.
Se organizaron foros sociales regionales tanto en Europa como en América Latina. Con el tiempo, las expresiones icónicas del movimiento se hicieron más difusas y perdió presencia en los medios. Pero consiguió asentarse con más fuerza en la lucha diaria de la gente en todo el mundo y en su articulación en Internet, que se convirtió tanto en su forma de organización como en su modo de actuación. De hecho, el movimiento como tal es visible principalmente en Internet, porque es en Internet donde encontramos, diez años después de Seattle, la expresión global y variopinta de su existencia.
Los primeros intentos de construir una organización permanente se disolvieron por la resistencia de la mayoría de los activistas a aceptar nuevos centros de mando y control de su acción colectiva. Efectivamente, la composición del movimiento, empezando por los manifestantes de Seattle, desafiaba la uniformidad, ya fuera en cuanto a las características sociales, las ideologías o los objetivos.
La extremada descentralización y la diversidad del movimiento lo hicieron relativamente opaco para los medios de comunicación una vez disminuyeron las manifestaciones militantes contra objetivos establecidos. Cuando el movimiento se transformó en miles de luchas locales y redes globales puntuales, ya había atraído la atención del público hacia las trampas de la globalización y muchos de sus temas se incorporaron al debate político. Se discutían en lugares como el Foro Económico Mundial, que incluso intentó, sin lograrlo, organizar una reunión con el Foro Social Mundial.
Sin embargo, el movimiento no pudo, y tampoco lo pretendió nunca, presentar un proyecto de nuevas políticas globales. Algunos de sus componentes, como los sindicatos, tenían una agenda muy concreta y a menudo defendían con éxito sus intereses, puesto que en casi todos los países, incluido Estados Unidos, la opinión pública se declaró en contra de la globalización entendida como una adaptación a los mercados globales a costa de los puestos de trabajo y el nivel de vida.
Los múltiples elementos del movimiento contra la globalización de las grandes empresas eran/son locales y globales al mismo tiempo. Se trata en gran medida de militantes con raíces locales, como los movimientos que Juris observó y en los que participó en Barcelona, uno de los nodos más activos e innovadores del movimiento global. Pero al mismo tiempo, estas organizaciones militantes, así como miles de activistas particulares que se movilizan en campañas concretas, se conectan entre sí a través de Internet para debatir, organizar, actuar y compartir.
Diversos usos de Internet y de otros medios digitales facilitaron las redes de estructura laxa, débiles lazos de identidad y la organización de campañas informativas y manifestaciones que definen la nueva política global. [...] Parece que la facilidad para crear amplias redes de políticas ha permitido a las redes de activistas globales resolver con sutileza problemas de identidad colectiva que a menudo impiden el desarrollo de los movimientos. [...] El éxito de las estrategias de comunicación en red en muchas campañas informativas y manifestaciones parece haber producido suficiente innovación y conocimientos para que sigan surgiendo organizaciones a pesar (y debido al) de su caos y su cambio dinámico. [... ] La red dinámica se convierte en la unidad analítica con la que se pueden analizar los demás niveles (organizativo, individual, político) de la manera más coherente.
Un instrumento clave para ello es el desarrollo de Indymedía, una red que agrupa a cientos de centros de medios, algunos temporales y otros permanentes, que proporcionan a los activistas los recursos técnicos para crear su propio material informativo y distribuirlo por la red o por cientos de emisoras de radio y televisión comunitarias, al tiempo que los periodistas y editores de Indymedia trabajan en noticias sobre el movimiento y en información producida por éste 101. La edición digital de código abierto ha sido decisiva para facilitar la capacidad de generar y distribuir información en distintos formatos sin necesidad de pasar por los medios mayoritarios. Los equipos de grabación de vídeos y de producción baratos y de alta calidad han puesto el poder de la comunicación en manos de los activistas.
Pero el movimiento también recibió la atención de los medios mayoritarios con la puesta en escena de manifestaciones espectaculares, como la estética del grupo italiano Tune Bianche, que, vestidos de blanco de la cabeza a los pies, avanzaban hacia un cordón policial protegidos por escudos blancos de plástico, una coreografía llamativa que resultó aún más interesante desde el punto de vista mediático cuando la violencia de la policía tiñó de sangre la pureza inmaculada de su protesta pacífica.
No obstante, por muy imaginativas que fueran estas formas de comunicación, cedieron la creación de la imagen del movimiento a los editores de los medios mayoritarios, lo que limitó su impacto en un público entretenido pero distante de los numeritos de los jóvenes rebeldes. Ésta es la razón por la que este movimiento desde el principio se mostró categórico respecto a la producción de sus propios mensajes y de su distribución por medios alternativos, ya fueran comunitarios o Internet.
Las redes de información y comunicación organizadas alrededor de Indymedia son la expresión más significativa de esta capacidad de contraprogramación. Dicha capacidad, si bien tiene sus raíces en la creatividad y el compromiso de los activistas, es inseparable de la revolución en las tecnologías digitales. Los hackers y los activistas políticos se unieron en las redes de medios alternativos.
No obstante, el simple hecho de que el propio movimiento, o al menos una parte significativa de él, en Barcelona y otras partes, se sirva del nuevo medio tecnológico para reivindicar la posibilidad histórica de nuevas formas democráticas de vida sin someterse a estructuras de dominación es un proyecto en sí mismo. Utópico, ciertamente. Pero las utopías no son quimeras. Son construcciones mentales que por su existencia inspiran la acción y cambian la rcalidad. Propagando el poder liberador de las redes electrónicas de comunicación, el movimiento en red contra la globalización impuesta abre nuevos horizontes de posibilidades en el antiguo dilema entre libertad individual y gobernanza social.